Review
La justificación de este fundamental ejercicio salta a la vista: en toda familia tenemos una identidad definida, un claro perfil que nos distingue y, por ende, sentido de pertenencia. Existe un carisma fundacional en todas las instituciones que se traduce en su nombre mismo, del cual se deriva una visión personalista, comunitaria y social del hombre ( Antropolovisión), una visión de Dios (Teo-visión, al tratarse de una entidad católica, si bien ecuménica) e incluso un Modelo Pedagógico específico integral, holístico y sinérgico como se dice hoy. Se construye entonces un plexo axiológico y ético, una malla de Valores y una red ética que aportan a la construcción de “la civilización del Amor”, expresión inmortalizada por el Papa Pablo VI desde 1975, lema que ha marcado nuestra institución desde sus inicios, nombre modernizado del Reino de Dios, puesto que la civilización humana se plenifica en el Reino de Dios y el Amor es la mejor definición de Dios (Cf. I Jn 4:8 y 16).